¿Es una publicación en la que hago de víctima o una publicación en la que hago de victimaria?
Distintas formas de intrusismo laboral* en la traducción + Breve anexo**
Bueno, seguro ya sentís mucha confusión después de leer el título y el copete. ¿Es una publicación en la que hago de víctima o una publicación en la que hago de victimaria?
Ninguna de las dos. Es un mea culpa. Perdónenme profesionales de otras áreas, porque he pecado.
El origen: El “Changagate”
A raíz de varios artículos publicados en distintos medios que enumeraban a la traducción entre otras actividades que podría realizar una persona para “salir del paso” durante la crisis económica que nos afecta a nivel mundial, una enorme cantidad de colegas salieron a defender nuestra profesión a capa y espada (reconozco que tardé en reaccionar, ya que mi primera reacción fue pensar “quién soy yo para…”) Lo bien que hicieron. La traducción es una profesión y, si bien tener un título no nos hace ni más ni mejores que otras personas, toda profesión merece ser tratada y respetada como tal.
Con cada publicación que leía en la que se tiraba una y otra piedra sin piedad al redactor de turno, me preguntaba a cuántas profesiones habré desestimado en mi vida a diario. De hecho, verás que no les llamo “artículos periodísticos” a esas notas, para no entrar en un agujero negro de capas tras capas de intrusismo laboral, pero los autores detrás de las notas son también la fiel representación de la figura del “intruso” y desmerecen a ciegas a los profesionales del periodismo.
Seguramente estas son algunas de las frases que más te frustran si te dedicás a la traducción profesional:
“Viví 8 años en Estados Unidos, ¡seguro se me da muy bien traducir!”.
“Mi primo vive en Inglaterra y de chico fue a colegio bilingüe, no necesito la traducción, me la hace él y vos me la firmás, ¿dale?”.
“Soy ingeniero pero hice toda mi carrera en inglés, así que redactor mis trabajos directamente en inglés… necesito que lo veas muy por arriba, nada más”.
“Estudié toda la carrera de traducción, ¡así que esto de la interpretación debe ser una pavada!” (¡Epa!, ese golpe no te lo esperabas, ¿no?)
A mí también me frustraban mucho estas frases, debo reconocerlo, y lo cierto es que tendemos a naturalizar las prácticas de intrusismo por el solo hecho de que están profundamente implantadas en la sociedad y en el mundo. No obstante, hace varios años mi respuesta a ese tipo de afirmaciones es explicar qué hago, por qué es distinto contratar a alguien que se dedica exclusivamente a la traducción y tiene una formación acorde, y cuáles son los distintos aspectos de mi trabajo que jamás se imaginarían que implica la traducción. Para hacer mi trabajo de traductora freelance, sí debo recurrir a las competencias que tienen una secretaria administrativa, una directora ejecutiva, una directora de marketing, una directora de recursos humanos e incluso el personal de maestranza de mi pequeña oficina, que por momentos se traslada a bares, cafés o cualquier lugar en donde haya wifi y buen café para poder cumplir con plazos impensados para quien acostumbra trabajar de 9 a 18 de lunes a viernes. Pero eso no me convierte en experta en ninguna de esas áreas.
¿Podría alguien “con muy buen nivel de inglés” hacer una traducción impecable de ese artículo de 500 palabras tan enroscado? Es muy probable que la respuesta sea que sí, pero, ¿podría hacerlo en cinco horas, teniendo en cuenta al público de destino, el tono, el medio para el que está destinado y con tan pocos errores como para poder considerarse de una calidad más que aceptable? Probablemente no.
Hace poco en una conferencia en la que estaba trabajando como intérprete el organizador reconoció “no haber calculado un presupuesto tan alto para interpretación”. Al finalizar la conferencia recibí una felicitación que realmente no esperaba. El organizador (quien había pensado en principio encargarse personalmente de la interpretación consecutiva), reconoció no haber podido seguir el hilo de las primeras tres frases, y dijo que habíamos hecho un trabajo “imposible” durante las cuatro horas de charlas y sesiones de preguntas y respuestas. Mi compañero de cabina, con muchos más años de experiencia que yo, le dijo “quedate tranquilo porque nadie nos aprecia hasta que intenta hacerlo”.
Así las cosas, ahora viene la parte del mea culpa. A pesar de todas estas experiencias y de que todos defendemos nuestra profesión, creo que no deberíamos hacerlo a instancias de otras profesiones.
Muchas veces me encontré con estas otras frases no menos incendiarias:
“Saco unas fotos increíbles, ¿para qué vas a contratar a una fotógrafa?”.
“WordPress tiene unos planes gratuitos increíbles, ¿para qué vas a contratar a un diseñador Web?”.
“Estudié algo de italiano en la escuela y soy traductor, me parece que no hace falta tercerizar esto, yo te lo hago”. (Otro golpe bajo, ¿no? Sorry, not sorry.)
“Trabajo freelance hace 10 años, me manejo re bien con la AFIP, te doy una mano y en dos patadas te arreglás, ¿para qué querés una contadora? Te va a afanar”.
No sigo porque ya me siento antipática por solo haber plasmado estas últimas frases en palabras.
Se entiende la idea, ¿verdad?
No. Traducir no es una “changa”, y la traducción profesional requiere de mucha inversión y esfuerzo. Hagamos respetar nuestra profesión, pero también respetemos a todas las demás profesiones, e incluso a nuestros colegas que son idóneos reconocidos. Muchas actividades profesionales pueden ser ejercidas por idóneos o personas sin título, pero que ejercen como verdaderos profesionales.
Anna Wintour, Steve Jobs, Bill Gates, Mark Zuckerberg. ¿Te suenan estos nombres? No solo tienen en común el hecho de ser líderes indiscutibles (más allá de tu opinión personal sobre ellos), sino que tienen otra cosa en común: no tienen título universitario. En nuestra industria, profesionales como Corinne McKay, traductora reconocida a nivel internacional, tampoco cuentan con un título formal en traducción, pero, al igual que otros colegas idóneos, aprobó de un solo intento el exigente examen de certificación de la American Translators’ Association.
Sin ir más lejos, ¿recordás el ejemplo que di de la conferencia? El intérprete experimentado que dio la respuesta al organizador, quien me acompañaba ese día como “mentor”, no tiene formación académica formal. Hace 20 años interpreta, y te diré que lo hace con una calidad que jamás había escuchado.
*Intrusismo laboral: El intrusismo es el ejercicio de una actividad profesional por parte de una persona sin el título o la autorización necesarios para ello. En algunos casos puede configurar un delito (Artículo 247 del Código Penal argentino.)
**Esta publicación fue revisada y editada por dos colegas que hacen sus aportes en el anexo.
Breve anexo informativo
Para ilustrar un poco más qué es esto de la “traducción profesional”, dos estimadas colegas, la TP Ileana Moccia y la TP Lía Diaz, resumen lo que hacen a diario que no podría hacer “alguien con el idioma”:
Ileana Moccia, Traductora Pública de inglés:
“Antes de encarar una traducción, evalúo cuánto tiempo me llevará hacerla para saber si puedo cumplir con el plazo de entrega por mis propios medios o si tendré que acudir a la ayuda de un/a o más colegas. Para ello debo leer el texto y analizar si me especializo en el tema o si contiene terminología desconocida y que tendré que investigar exhaustivamente. Si es ese el caso y los tiempos son ajustados, sé que tendré que pedir colaboración para entregar en tiempo y forma el trabajo terminado. Recién en ese momento envío mi cotización al cliente. Una vez obtenida la aprobación del presupuesto, comienza el proceso de traducción propiamente dicho: tengo en cuenta quién es mi cliente y a quién estará dirigida mi traducción para prestar especial atención al registro y para asegurarme de que el texto producido se ajuste al público meta. Estudio giros idiomáticos y significados para plasmarlos de la mejor manera posible en mi traducción. Y en este ir y venir de un texto a otro, con mucha más frecuencia de la que todo el mundo se imagina y, a pesar de mi especialización en algunos campos, me encuentro con algún tipo de término, frase o expresión que me representa un enorme desafío y que, sin investigarlo de manera adecuada, opacaría cualquier esfuerzo que hubiera empleado en traducir el resto del texto del mejor modo posible. Traducir no es solo saber un idioma, es embarcarse en un arduo proceso cognitivo en el que nos involucramos con cuerpo y alma, no solo por nosotros mismos, sino para ayudar a quien nos está contratando nada menos que a comunicar y a comunicarse. Por todo esto creo que nuestro trabajo debe estar bien remunerado. Soy una férrea defensora de mi profesión, pero antepongo en todos los ámbitos de mi vida el respeto por el otro, tenga o no un título. Y considero que los colegios de profesionales que nos nuclean deberían difundir mejor esta profesión a la que nos dedicamos para evitar tanta intrusión”.
Lía Diaz, Traductora Pública de inglés, fundadora de Tradoctas:
“En el trabajo cotidiano en Tradoctas, repensamos periódicamente qué significa actuar con ética profesional. Cada vez descubrimos que el complejo ejercicio de hacer lo mejor que podamos tiene connotaciones muy amplias, tanto personales como profesionales. Para mí, una traducción profesional es fruto de un trabajo consciente, preciso y atento, que considera en su ejercicio al cliente y a su audiencia; que sigue pasos que garantizan un resultado de calidad; que implica un proceso que debe gestionarse correctamente; y que, por todo lo anterior, debe estar bien remunerada. Coincido con la visión de ejercer la empatía con otras profesiones. Una frase que me gusta mucho de la escritora Julia Moret dice: “Ponerse en el lugar de otra persona no es no hacer lo que no querés que te hagan; es no hacer lo que la otra persona no quiere que le hagas”. (Énfasis propio.) Creo que junto con defender y criticar, también es un buen momento para reflexionar, nuevamente, nuestras propias prácticas”.
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