Translator / Traductora 2020
Partner – HolaGIO.com
Fuera del ámbito académico, muchas veces se confunde la interpretación con la traducción. Es lógico, en ambas profesiones se busca transmitir un mensaje de un idioma a otro. Tanto traductores como intérpretes hacemos este traspaso entre idiomas, pero a través de canales diferentes. La confusión aumenta si, como en mi caso, ambas profesiones se complementan. Cuando la tarea es por escrito, recurrimos a nuestro traductor interior. Si la oralidad entra en juego, el intérprete sale a la carga para tomar las riendas de la comunicación. Pero no es solamente el medio en el que transmitimos el mismo mensaje, el recurso oral o escrito, lo que distingue a las dos profesiones. Entonces, ¿qué diferencia a estas dos prácticas de la lengua?
Traducir implica la comprensión clara de un texto para poder expresarlo en otro idioma. Los traductores, al trabajar con textos escritos, tenemos la ventaja de poder hacer una lectura minuciosa, un análisis exhaustivo. De este modo se nos facilita la comprensión del mensaje que queremos comunicar. El tiempo está de nuestro lado. Además, nos apoyamos en la computadora, Internet, las herramientas de traducción asistida (sí, ¡las CAT tools!), para sumergirnos en esa investigación, obsesión lingüística, escrutinio de glosarios, acumulación de diccionarios, etc. Toda esa búsqueda para encontrar el vocablo ideal. Que, para nuestra mirada perfeccionista, de más está decir, nunca se logra. Y claro, nos podemos dar el lujo de buscar y buscar, porque como mencioné el tiempo está de nuestro lado. Inexorablemente, llega el plazo de entrega y allá va el mensaje escrito, para un lector que, muchas veces, ignora nuestra existencia. ¡Vamos! ¿De qué nos quejamos? Al fin y al cabo, los traductores debemos ser invisibles, casi inexistentes. Cuanto más imperceptible es la intervención del traductor, mejor es el texto traducido. Esa falsa invisibilidad, nos incomoda porque allí donde no hay marcas está la GRAN presencia inadvertida del traductor, ¡que no se note que es una traducción! En consecuencia, se creó la comunicación y el traductor, en la mayoría de los casos, se queda con la incertidumbre de saber qué tan acertadas fueron sus elecciones lingüísticas.
En cambio, los intérpretes sí podemos detectar (cuántos nervios nos genera) si las elecciones terminológicas en nuestro discurso, nuestro mensaje, son acertadas. Podemos ver los rostros y los gestos de quienes nos escuchan, en respuesta inmediata a nuestra producción lingüística. (A menos que hagamos interpretación remota, es decir, desde casa, en cuyo caso le hablamos a un micrófono sin ver la tan esperada reacción del público). Cuando interpretamos, tenemos el placer de ver cómo la magia de la comunicación se hace posible, tangible casi. Al igual que los traductores, también los intérpretes actuamos de puente entre dos culturas. Sí, trasladamos un mensaje de un idioma a otro, pero ¡YA!. Trabajamos con la palabra hablada, que se escucha, procesa y reproduce al instante en otra lengua. En imperceptibles segundos los intérpretes deben concretar todo lo que a los traductores les lleva horas, días, a veces meses. En consecuencia, los recursos de investigación exhaustiva pasan de ser externos a internos: la memoria y el vocabulario activo. Por otra parte, el intérprete también investiga, analiza y estudia antes de la interpretación per se. Así, cuanto más preparado está, mejor será su intervención lingüística, si bien a veces debe apelar a la creatividad y a la impronta espontánea. Ahora bien, cuando la interpretación es simultánea, al mismo tiempo que escucha, procesa y habla. Todo ello en el refugio de la cabina, donde puede moverse libremente con gestos y expresiones. En cambio, cuando es interpretación consecutiva, está expuesto a la vista de todos. El intérprete debe mantener el temple, ocultar los nervios y rogar que el orador se apiade de él (y de la toma de notas) y exponga su discurso en tramos cortos. En cada pausa del disertante, toda la atención se centra en el intérprete, quien se transforma en un orador transitorio y crea un discurso basándose en sus notas, su memoria y su ingenio.
Más allá de la actividad en sí que realizan traductores e intérpretes, podríamos pensar si existen algunas características que distingan a unos de otros. Si estamos frente a la búsqueda de cuál es el camino para nosotros es útil mirarnos, analizar nuestras fortalezas, conocernos. Esto nos permite ver dónde nos sentiremos más cómodos. Qué personalidades son quizás las más afines para trabajar con la oralidad o tal vez con la escritura. Es cierto que estas habilidades y capacidades podemos percibirlas a veces mientras estudiamos. Sin embargo, muchas otras surgirán cuando ya estemos en el ruedo, en la vida laboral. Así nos vamos conociendo y, a la vez, descubriendo nuestro ser traductor o intérprete. En un camino de palabras, estudiamos, nos capacitamos, experimentamos. Conocernos es un gran paso para saber dónde podemos desempeñarnos con más soltura y más felicidad. Sí, la felicidad que trae la pasión por las palabras es posible. Preguntarnos si nos gusta estar en contacto con personas, socializar, si nos gusta charlar, allí está una pizca de la vida del intérprete. También debemos saber que el intérprete estudia, aprende desde mucho antes, para después comunicar. Mientras tanto el traductor es un trabajador más solitario, que investiga, pero no tanto para interiorizar ese conocimiento, sino más bien para plasmarlo con la mayor corrección posible en la traducción.
La tranquilidad, la precisión y la reflexión necesarias para traducir se contraponen con el vértigo, la resolución y la espontaneidad de la interpretación.
La adaptación al canal oral, a la exposición física de la voz y la presencia, por un lado, se contrasta con la adaptación a las normas ortográficas, las herramientas de IT y la buena escritura por otro.
La habilidad de relajación, autocontrol y disociación al interpretar se diferencian de la dedicación a la lectura, redacción y corrección en un mismo espacio al traducir.
La capacidad de reflexión, la perseverancia y la constancia del traductor se comparten con el intérprete en la instancia de la preparación.
Ahora bien, pensemos si es posible desempeñarse de manera profesional en ambas tareas. Habido cuenta de las diferencias destacadas, honestamente entiendo que sí. Todo es posible en este mundo de las palabras. Con constancia, preparación, empeño, decisión. Tantas profesiones son posibles a partir de la formación en traducción. Pues tenemos la ventaja de que nuestra materia prima son las palabras. Las que todo ser humano utiliza para comunicarse. Este mundo globalizado y tecnológico nos permite explayarnos como transmisores de un mensaje entre dos culturas. Sí, aunque no lo veamos, el traductor siempre está. Y el intérprete también. Siempre adaptándose, buscando, moviéndose en un mar de expresiones lingüísticas orales o escritas. Después de todo, lo que buscamos por un canal u otro es comunicar, herramienta que incluso con el boom tecnológico de hoy día no ha sido reemplazada. Sea interpretación o traducción, habrá comunicación, patrimonio visible en el primer caso e invisible en el segundo, pero indispensable siempre.
María Eugenia Pugliese es intérprete y traductora de inglés, profesora en el Traductorado Público, Literario y Científico Técnico en inglés, estudiante de locución, consultora. Pensó LinguaMovers hace unos años para trabajar en equipo y este año el espacio de encuentro a través de Instagram: Friday Evening Live, viernes de vivos en su perfil @eugepugli para dar a conocer todas las profesiones posibles en la traducción.
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